Cuando era pequeña y tenía que hacer cuadernos de vacaciones, que te
ordenaban el desorden de los días sin reloj ni calendario, una de las
constantes era que nunca llegaba a terminarlos. Empezaba con mucho ánimo
e interés por hacer y aprender, se iban quedando huequecitos, perdiendo
sentido, y al final unas cuántas páginas delataban que no había hecho
el cuaderno día a día como venía pautado y que lo que parecía más
importante era el hecho de hacer, no tanto el cómo y el por qué . No
había llegado al fínal, pero casi, y al maestro o a la maestra el
esfuerzo del intento les bastaba para no recriminarme, o al menos no lo
recuerdo.
Con los cuadernos de ahora -desde hace 4 años, antes eran prácticamente
todo escritos y alguna imagen-, también de vacaciones me ha venido a
pasar lo mismo. Aunque el otro día anunciaba que venía con cuadernos
llenos, no es cierto: huecos,saltos y páginas finales que no llegan a
emborronarse.
Si a esto sumamos que ahora llegar a casa supone ponerse al día de
muchas cosas, empezando por este espacio, al revisar mi trabajo me ha
entrado una desazón grande. La culpa es de
Urumo,
Miguel Herranz y
José María, entre otros, que me evidencian que he vuelto a hacer mal los
deberes. Mis cuadernos de vacaciones han vuelto a ser más de lo mismo:
La palabra ausente.
Cuando dibujo pienso mucho, tramo, dialogo, la palabra está al borde de
la lengua y del pincel o del lápiz. Pero callo. A veces cuelo alguna
frase para disimular, pero el pensamiento construido se oculta. Pienso
que todavía no me sale desprenderme de más capas sabiendo que luego las
voy a poner a tender en este patio de vecinos.
En el caso del cuaderno de Orés, coincidiendo con unas lecturas que me
traía entre manos, me salía escribir un pequeño-grande relato de por
entre esas calles, casas, paisajes y gentes. Pero era como velar mi
intimidad y la de todos los vecinos. Orés es muy pequeño: ¡todo se
sabe|. Poner nombres ficticios parecía divertido pero poco práctico,
igualmente se iba a descubrir el referente. ¿Vergüenza?, ¿falta de
profesionalidad?. La historia está ahí, pero el cuaderno se me hace
todavía muy cotilla. Creo que con los deberes hechos pasaré de curso,
pero sin nota.
Seguiré viendo y leyendo a los maestros para ver si en el próximo
verano me atrevo a mostrarme más ligera de capas. Es un placer tener tan
cerca a tanto sabio que te incita a superarte.
Aquí, ilustrando estas reflexiones, uno de los cuadernos que he empezado y tendré que acabar, prometí regalárselo a mis hermanos. A lo mejor acabo consiguiendo que la palabra me acompañe. En el caso del de Orés, me he propuesto rellenar las páginas que han quedado en blanco con algunas palabras y pensamientos.