Gran día el sábado 20. Nueva oportunidad de
reencontrarme y aprender con mis compañeros De Vuelta aragoneses. El mejor marco,
con la mejor compañía, para iniciar a mi mujer e hijo pequeño en esta afición
que nos une.
Olvés precioso y generoso desde la primera
presencia, Iluminada Ustero (su alcaldesa) hasta la última (por edad): Sara, la
niña dibujante que tiene ¡tres pueblos!
Se hizo corto el día, pero llené el formato que
Fernando Abadía nos tenía preparado. Por este orden…
Olvés desde
el lavadero, con Merche o Mercedes (que de las dos formas la oí llamar) y Pepa
encajada y encajando. El lavadero un día antes a la boda, que allí mismo la
hubo el domingo, un casorio ante el agua antigua… ¡Felicidades!
Visita a la ermita. No me atreví con el mágico
Peinador de la Reina que nada más entrar me llamó San Miguel Arcángel y su madera oscura, aunque no perdí oportunidad
de dibujar la Vara de San Roque. “Hay otras varas” me dijo un anciano “pero ésta es la más importante”.
Regresé al altozano de Santa María la Mayor. Por la mañana, durante el paseo de
reconocimiento ya me habían enamorado esos ladrillos… Y, de lo general al
detalle, por aquello de los espacios y la composición, me fui al caer la tarde
en busca de estos blasones.
Mi “Olvés completo”.
Falta toda la peña de Los Gatos, un simpático Conde, un apasionado Capitán
historiador, el locuaz Consorte de Munébrega, la emoción de ver a Santi dibujar
y animarse, el rico “trapo”, las carreras de mi hijo Martín jugando con los
niños del pueblo y todo lo que la experiencia dibuja en el alma y no puede
llevarse al papel: como la calidez, la hospitalidad y la confianza de
Fredesminda y Ramiro o la telúrica visita al Monasterio de Piedra con nuestros
anfitriones, los Abadía Morales: Gracias María Ángeles, María, Ferto y
Fernando. Hasta, por lo menos, el hermanamiento de Sourmenia y Olvés y a la
espera de los cuadernos de Cáritas Zaragoza, otra gran iniciativa.