Hace unos días me llegó la agenda de
Zaragoza Activa. Me llamó la atención una actividad de Mappeo, algo que nos ronda en la cabeza para trabajar desde DVCC. Pensé que la mejor manera de conocer y de relacionarse con otros colectivos y asociaciones era acercarme. Me inscribí y acudí, un poco tarde, pero puntual. Me encontré un montón de gente "de fiesta". Sonaba una dulzaina, otros danzaban y se respiraba alegría, me vino a la cabeza el recuerdo de las fiestas del pueblo. Un cartel anunciaba "Paseo vecinal por el Barrio del Arrabal" y en ese momento alzó la voz una joven; Noelia, que se presentó representando a
"El Ganchillo Social" quien convocaba la Mapping Party. Me llegaron sus palabras, su generosidad, y su servicio. Lo mismo que las de Marta que seguidamente presentó
Ocio Inclusivo del Arrabal. Había gente en sillas de ruedas, invidentes, gente de todas las edades...y una se sentía fuera y dentro de esa fiesta. Maravillada, soeprendida . Ridícula con su cuaderno como interlocutor, y a su vez, agradecida de tener esa tapia para arrimarse a ese fantástico patio. Incómoda recordando nuestros planes de citas gráficas para mostrar la ciudad. ¡Esa es la ciudad!, ¡La gente!, lo variopinta y estupenda que es. Y no la ciudad de monumentos, calles peatonales con escaparates y floreros. Me encontré la otra ciudad escondida en calles pequeñas, en plazas y parques olvidados u olvidándose de ser habitables o transitables. Esa Zaragoza que veníamos a medir y mapear para denunciar la falta de accesibilidad y movilidad que impide a mucha gente disfrutar no ya de su espacio, sino de su día a día.
Los monumentos que me encontré en ese paisaje humano era la gente; Marta, Noelia, Rocío, Miguel, Pilar, Azucena, Joan, Ana, María, ... que había organizado una fiesta para pedir que la ciudad fuera más amable y bonita para todos. Ejemplar manera reivindicativa.
De vuelta con el cuaderno de esa actividad, en la que pasaron muchas más cosas, regresé a casa como si viniera de muy lejos, pensativa: De vuelta con el cuaderno tiene que servir para eso, para descubrir estos paisajes humanos, estas ciudades. Tenemos la suerte de poder dibujar y que la gente se nos acerque y nos cuenten. Poder dibujar y escuchar y poner imagen a esos momentos y lugares. Tenemos muy fácil el festejar la denuncia y la reivindicación y dibujar por causas.
Hay gente que ya lo hace, y muy bien. Por la tarde
Gamboa inauguraba su exposición
"El Joan Petit quan balla amb els Refugiats". Y nos dió
de nuevo una lección magistral de cómo con el arte, el dibujo, poner cara y sentimiento a Els Refugiats. Denuncia y vergüenzas ante nuestros ojos
(...)
Verán también una proyección que les permitirá transitar de la
realidad fotografiada a su representación artística, esa que, ojalá,
todavía es capaz de conmovernos. Y si coinciden con el artista, con José
Luis Gamboa, en su visita a la exposición, pídanle que les enseñe
alguno de sus cuadernos de viaje, que les diga los nombres de las
personas en ellos dibujadas, que les cuente qué historias hay detrás de
cada rostro, de cada nombre. Rostros y nombres del dolor, pero también
rostros y nombres, sobre todo femeninos, de la solidaridad, de quienes,
como él, no se conformaron con estremecerse y fueron, siguen yendo, a
ayudar.
Y, por favor, cuando salgan de ver la exposición, no olviden que
España se comprometió ante la Unión Europea a recibir, antes del próximo
26 de septiembre, a 16.337 refugiados pero, cuando solo faltan días
para que termine ese plazo, solo ha acogido a poco más de doscientos.
Luis Granell Pérez