Hace más de 10 años mi hija mayor, que por entonces debía tener cerca de 4 años, se enteró por su maestra (nos pareció exageradamente prematura la señora, pero...) que existía un hombre muy malo, muy malo que había hecho durante mucho tiempo cosas horribles a otros, se había librado de pagar por sus maldades, y ahora (entonces), un juez, junto a muchos otros, quería hacerle pagar por ello. A mi hija le pareció horrible la historia, pero más, que no le hubiésemos contado nada. Se sentía engañada, y una y otra vez quería que se la contase y le explicase como una sóla persona, podía haber hecho tanto daño. A mí como madre me pilló desarmada, pero mi insistente hija (de siempre) no pararía hasta que le diera una explicación. Una noche, en la sesión de cuento de buenas noches me pidió que le contara el cuento del señor malísimo (contenta estaba yo con la maestra prematura ...). Me pilló inspirada y le conté un cuento en el que le iba explicando quien era Pinochet: "El General que cortaba Flores",






Salvador Allende: "El primer jardinero", las ideas y las personas: "los pensamientos" (en el cuento, flores), y Garzón: "el Sol". Le gustó tanto el cuento, que se lo estuve contando una buena temporada: de buenas noches, y de camino al cole. Un día decidí que se lo dibujaba y así ya no se lo contaba más. Fue mi primer cuento ilustrado. Lo curioso fue que cuando esbocé el personaje del General, mi hija le dibujó dientes en las botas, añadiendo: si es malísimo y destroza las flores, tiene que llevar botas con pinchos y dientes.



"Al cortarle la cabeza (imagen éticamente no aceptada en ninguna editorial infantil¡¡¡), cortaba el saquito, y las semillas se esparcían por todas partes, brotando más y más pensamientos..."






Estos días en los que Garzón es noticia, he recuperado la memoria (cosa que deberían hacer muchos) y he querido compartirla con vosotros, rescatando el cuaderno en el que hice los bocetos, y el maltratado cuento.
Que conste que no acerté nada con la realidad. En mi versión Pinochet antes de morirse (que tardaba poco en morirse, no lo que tardó) pedía perdón (¡Que ilusa!)y junto a su tumba crecían pensamientos (más ilusa todavía¡¡¡). Lo que siento en mi falta de tino, es que el final era feliz. Ya me gustaría no equivocarme.