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Crónica dibujada de una jornada maratoniana
Acabo de salir del Plata. Confieso que cuando se reabrió yo –que lo había conocido con la sesión de tarde envuelta en humo y los abuelos rascándose la boina entre frases picantes- era reacia a asistir al espectáculo segura de que, como tantas veces, se habrían cargado un espacio que mi memoria guardaba en un lugar privilegiado. El primer día que, por fin, unos amigos consiguieron llevarme a regañadientes, salí del Plata perpleja y contenta de haberme equivocado porque no sólo me parecía que el lugar conservaba la personalidad del café-cantante original, sino que había mejorado ofreciendo un espectáculo a tono con el tiempo, bien pensado, cuidado, equilibrado, innovador y muy entretenido… A partir de ese momento, el Plata me parece un seguro de éxito cada vez que alguien me visita.
Cuando Enrique Flores presentó en Zaragoza Cuba, su cuaderno de viaje transformado ya en libro, un grupo de militantes cuadernistas encontramos el pretexto perfecto para repetir sesión de Plata. Naturalmente Enrique no pudo evitar echar mano de sus armas de caza del instante y se llevó al papel espejos, columnas, mesas, sillas, clientes y varios momentos estelares que ya brillaron hace semanas en el blog.
Hoy he jugado a la paloma mensajera -los dibujos de Flores en el pico- y he volado hasta el Plata con Jordi, Daniela, Mariángeles y Choni. Aunque no sea tan determinante como desvelar en una novela policiaca quién es el asesino, no quiero desvelar el contenido de los números. Sólo diré que Anita es dinamita, que la puesta en escena de Nacho va sobre ruedas, que Julio homenajea la inicial de su nombre, que Mariana es una muñequita y su cintura un aro, que Vicky -con más energía que Baudelaire en el poema de “Las multitudes”- abraza todas las profesiones, que Fátima es una página de Las mil y una noches, que Meritxell nos hace caminar con sus botas y que Jesús, Joel y Alberto le dan la vuelta al Moulin Rouge.
Que todas y todos los artistas son impresionantes, ya lo sabía. Lo que ignoraba es que su categoría como artistas se situaba en el mismo lugar de la balanza que su categoría humana. Y es que no os podéis imaginar cómo han recibido los dibujos de Enrique y cómo nos han recibido a nosotros, palomas mensajeras. Gracias a todos, a todas ellas. Gracias a Joaquina, gerente del Plata, a quien también hemos conocido esta tarde, por su amabilidad y su buena gestión. El espectáculo no decepciona nunca. Y si en el magnífico resultado del conjunto tiene algo que ver Bigas Luna –que si no me equivoco se ocupa o se ha ocupado de la dirección artística- pues gracias también a él. Y, desde luego, gracias a Enrique Flores por convertir en Plata la acuarela.
En la fotografía, Meritxell se muestra a sí misma en un dibujo realizado por Enrique Flores