07/03/2015
Volvemos a
Smara, porque a la semana exacta de un nacimiento se pone nombre al bebé,
en algo que equivaldría al bautizo cristiano. Pero aquí no hay tinte religioso.
Solo una especie de sortilegio ritual. Hay previstas tres opciones y es la
suerte la que determina cual será el nombre elegido:
En un bol de leche, tres ancianas meten sendos “rosarios”,
cada cual con una ramita de hierbabuena. A cada par (rosario+hierbabuena) se
asigna un nombre elegido por los padres. La madre elige entre el par de la
derecha, centro o izquierda y el nombre queda establecido con el “tzagait” o
grito saharaui.
Luego los hombres se reúnen en un sitio y las mujeres en
otro para comer. A los hombres nos tocó el gaitun (tienda) de la jaima (casa).
A las mujeres las veo cocinando en otro sitio, pero solo de pasada. Y tampoco asisto
al rito del Asam, porque me entero después.
Antes de la comida pasamos un largo rato relajados en esta
especie de chill-out ancestral que es el gaitun.
Alguien hace el té y los demás charlan, duermen o descansan. Cada cual a su
aire en completa libertad. Eso me encanta
Como siempre empiezo a dibujar y, claro, empieza la expectación.
A diferencia de las mujeres, los hombres son más ruidosos, más guasones, se
ríen abiertamente del parecido y yo qué sé qué cosas más. Alguno me coge el
cuaderno en pleno proceso y se pone a examinarlo, incluso a pasarlo a otros. Y
comenta. Pero son siempre amables y todo acaba con gestos de aprobación, de
complicidad. No falta quien se muestra discreto y distante ante el hecho de
aparecer en el dibujo, yo creo que escudándose frente a la guasa de los colegas
o familiares.
Y así llega la hora de comer que tiene de preámbulo el
examen final del cuaderno y la siempre cortés aprobación.
Pasada la comida (y la siesta, qué gozada!) observo que en
el edificio de enfrente hay hombres de tertulia. Pregunto. Resulta que los
mozos y hombres de mediana edad (digamos hasta los 30-40) se reúnen en un
espacio aparte. Curiosas costumbres. Pero es que así en grupos no muy
numerosos, todo el mundo resulta muy asequible.
De vuelta en Bujdur, por la noche, visitamos a Meri y sus
hermanas. Tienen una buena casa en la ciudad de Tindouf
y aquí pasan temporadas. No sé si ocurre en el resto de Argelia, pero me
cuentan que en Tindouf no puedes comprar la casa sino la llave. Es decir, solo el derecho de uso.
Encantadas con ese triple perfil. Y yo también con su
paciencia.
Viajero en Tindouf/Bautizo
Viajero en Tindouf/Bautizo
2 comentarios:
Un cuaderno fantástico, además de la experiencia personal.
Felicidades.
Delicado y exquisito.
Publicar un comentario