Una mañana te encuentras tan tranquila dibujando refugiada del frío
en una cafetería, enfrascada en tus pensamientos, cuando te interrumpen
las pequeñas cosas que a veces tiene la vida.
Me estaba
yo peleando con la perspectiva del hermoso mirador de la sala cuando el
niño sentado en la mesa de enfrente empieza a jugar conmigo
visualmente, sonriendo, tapándose la cara, escondiéndose. Irresistible.
Abandono mi fracasado mirador y me pongo a dibujarlo. Luca se levanta,
merodea por mi mesa y al final le doy pie a la conversación. Claro que
le gusta pintar, le ofrezco una hoja de mi cuaderno y un lápiz. Vuelve a
su mesa y se pone a dibujar. Cuando termina, se levanta y me regala su
dibujo, con una sonrisa luminosa.
- Luca, ¿hoy no tienes colegio?
-
Es que ahora voy al dentista a que me quite un diente que me sobra,
mira ¿lo ves? -y Luca abre su boca y me enseña el diente que le sobra.
Su madre me dice que su hijo tiene un "diente supernumerario",
es decir un diente de más y que impide el correcto posicionamiento de
los otros dientes a la par que puede causar problemas para el nacimiento
de los dientes definitivos, y un montón de cosas más. Iban al dentista,
por segunda vez, ya que la primera, a pesar de la anestesia, de las
mejores condiciones y promesas de regalos, Luca no se dejó extraer el
diente.
Ante
tal panorama, no pude evitar regalar a Luca uno de mis lapiceros
acuarelables y otra doble hoja del cuaderno para que no se le hiciera
tan duro el trance, angelito mío...
2 comentarios:
10 a 1 a que, con esa cara de pillo, no se dejo sacar el diente.
Bonita historia Patrizia
No me atrevo ni a pensar cómo terminó la visita al dentista... Muchas gracias Alfredo.
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