Hace unos pocos años visité el campo en un día cálido y luminoso de verano, pero aún así podías imaginarte el horror de vivir allí cientos, miles de personas hacinadas y en condiciones infrahumanas. La humedad, siendo verano, se podía sentir. La visita se facilitaba gracias a unas pasarelas que te dirigían por el campo y te salvaban de las tierras fangosas que cuatro olvidadas gotas de lluvia ya hacían intransitables. Una imaginaba sin esfuerzo cómo se empantanaría aquello bajo la lluvia y el trajín de los presos.
Ayer por el frío (y mal iluminado) pasillo/sala de exposiciones, aún podía rememorar el silencio y ahogo que produce visitar Gurs siendo consciente de lo que fue. Si a esto sumas lo reflejado en los dibujos, lo que te hacen intuir la escasez de: alimento, libertad, momentos de paz, materiales, papeles,...El dibujo adquiere más fuerza y sentido y te cuestiona lo que actualmente dibujamos y cómo dibujamos.
Las acuarelas del campo donde sólo aparecen arquitecturas, paisaje, serenan el dibujo y te alejan de la dureza del momento.
En cuanto ejercicio sanatorio para los recluidos me parece de gran valor y sentido. El dibujo hace bello lo que no es, y por lo tanto alivia el ánimo. Pero, no obstante vienen a ser la postal del Campo de Internamiento. Ejercicios vanos si pretendes denunciar o simplemente retratar el momento. Si tu dibujo va a ser crónica de la realidad presente.
Por otro lado están los dibujos que los recluidos regalaron a Elsbeth Kasser "El ángel de Gurs", donde encuentras dibujos realizados en el mismo penoso lugar pero como obsequios tienen brillo y delicadeza, parecen gritar el agradecimiento eterno a la persona que les hizo más llevadero y más transitable el esperpento del internamiento. Aquí el dibujo tiene otra dimensión. Es objeto de alegría, agradecimiento. Obsequio, lo mejor que puede entregarle un dibujante a su ángel. Al fin y al cabo en el dibujo se desprende parte o mucho del artista y lo entregas con toda la bondad y gratitud al que te importa y te libera. Elsbeth Kasser, una de las cosas que hizo fue montar talleres de creación: de dibujo, de escritura, de canto...algo que nos debía hacer pensar lo liberador del arte y la creatividad, y no voy a meterme con su banalización en la educación actual porque hoy me acercaba aquí para hablar de otras cosas.
El dibujo es un arma de autodefensa, denuncia y poder. Es un lujo, una suerte el ser dibujantes. Por eso casi apelo a la responsabilidad y a la concienciación de que nuestro dibujo tiene que ser útil para nosotros y quizá dando un paso más allá, para la sociedad. Debemos de ser cronistas, testigos de nuestros tiempos y sanadores de las dolencias actuales.
Si os fijáis en las Postales, que ya están incluso trasnochadas,... ¿Quién manda postales en la era de internet?,... el espacio era aséptico, sin viandantes, o muy pocos. Una escenografía fría y atemporal.
¡No hagamos dibujo de postalitas!, comprometámonos con lo que dibujamos y sepamos ser útiles con el dibujo.
3 comentarios:
Siempre magnífica en tu estilo de provocar reflexión, dinamizar y dar sentido al dibujo (al arte en general). Gracias.
A mi siempre me han impresionado esos dibujos en circunstancias tan humanas y excepcionales. ¿Puedo publicar algo de lo que tengo ? Lo último son unos dibujos de Nuremberg.
Por supuesto, aquí cabe todo lo que cabe en un cuaderno. Todo dibujo o sobre el dibujo.
tienes razón Clara, con nuestro estilo debemos reflejar lo que estamos viendo y el momento...
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