26 y 27.03.2015
Mañana hacemos una comida de despedida. Aziza, Jalima,
Abderrahman, hermanos pequeños de Shabu,
junto con un primo de ellos, están en mi cuarto, que es un salón, y ponen
música saharaui para bailar. Aquí que no hay alcohol, que la gente no sale a
cafés, pubs o discotecas, el baile es una dulce y divertida forma de despejar
las tensiones y recuperar el humor.
No es la primera vez que bailo con la familia. Nos reímos
mucho con mi torpeza. Pero esa gracia femenina de Aziza, de Jalima y de la
prima Jira que acude a ratos desde la cocina, me dejan fascinado. Es como un
andar adornado de sugerentes “arabescos” que complementan muy bien los
movimientos parcos y vigorosos de los hombres. La voz melancólica de los
cantantes y las quejas dulzonas que arrancan las cuerdas de los hajoujs
(primitivos laúds beduinos) me transportan directamente a las fogatas nocturnas
del desierto. Pena de no haberlo vivido allí.
Rendidos, acaban por sobre la alfombra y sigo alucinando,
encantado con con la familiaridad con que se quedan tumbados por un rato, allí,
en el mismo cuarto que yo duermo. Y mientras, Duaya, Shabu y Jira han estado
limpiando el servicio de té y preparando la comida, que continúan por la
mañana. Sidahmed, el mayor de los hermanos que viven con la familia, les ayuda
a desmenuzar la carne que guisan en grandes hoyas esféricas tapadas con bolsas.
El espectáculo del día 27 es precioso, por la variedad y
atractivo de los platos.
Cuánto lamento que la familia no se siente a comer con nosotros. Porque es
costumbre que quien invita (en este caso yo) esté acompañado exclusivamente con
los miembros dela familia más próximos a los invitados, (hoy son unos amigos de
Shabu y míos) mientras el resto come aparte y después. Así es la hospitalidad
saharaui.
La noche del 27 salgo en la caravana que nos lleva al
aeropuerto de Tinduf. En este viaje no he visto monumentos, pero sí una
sociedad monumentalmente acogedora. La morriña me durará semanas.
Viajero en Tindouf / Despedida
Viajero en Tindouf / Despedida
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