Le acompañaba una adolescente tímida, flaca y de enormes ojos azules que parecía aburrirse mortalmente y a la que nos presentó como su hija. Nosotros nos hicimos miles de preguntas sobre la historia aunque el modo en que la cría lo trataba nos hizo pensar que la cosa era cierta. Aún así yo no dejé de contarme cuentos acerca del origen de los ahorros (algún robo en un banco, algún timo... historias de alguien ingenioso y poco dado a la violencia que robaba a gente rica y codiciosa, probablemente todas falsas). Había algo más, pero no quería pensar mal, el tipo me cayó bien.
Nos indicó el sitio donde él solía comer, apartado de los turistas, barato y con comida tradicional. El primer día fuimos sólo unos pocos. El lugar resultó ser simple y honesto, tal como nos lo había presentado. Comimos bien y barato. Luego se corrió la voz. En días sucesivos la mitad de la gente del simposium fue a almorzar allí.
En algún momento entre bocados de tostones y arroz con frijoles, captó mi atención un mulato enorme con uniforme de vigilante jurado que comía sólo en la mesa de enfrente. Masticaba su comida moviendo todos los músculos del cráneo, que hasta las orejas subían y bajaban al compás de su poderosa danza trituradora. Era divertido e hipnotizante.
2 comentarios:
Me gusta cómo paras el mundo en un detalle cotidiano del que se desprende una historia.
Gracias, Celia!
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