El pasado mes de julio se celebró el Festival Internacional de Poesía Moncayo que dedicó su IX edición a rendir homenaje a José Antonio Labordeta. Mariángeles Cuartero y yo pusimos nuestro granito de arena confeccionando un crucigrama que fue colocado sobre el césped del Paseo de los Plátanos del Monasterio de Veruela.
Acudieron miles de personas, aunque no todas pudieron entrar a la Iglesia -donde sólo caben mil quinientos infieles- para escuchar al puñado de artistas que cantaron su cariño a Labordeta. No voy a intentar nombrarlos (porque seguro que me dejo a más de uno), pero cerró el festival Paco Ibáñez que consigue con la primera nota de su voz inconfundible convertir mi melena en bandera roja (intento de metáfora poética de “me pone los pelos de punta”). A la salida de la iglesia, Mariángeles y yo repartimos unas octavillas con las soluciones al crucigrama.
Ya sabéis lo tramposa que soy. He pegado en mi cuaderno la octavilla para poder enseñárosla y para poder una vez más confesar un mar de amor a Labordeta, al que perseguí por los escenarios cuando era jovencita mientras mis amigas se desmayaban con los Rolling Stones. “Pero si está calvo”, me decían. “Pero tiene unos ojos…”, decía yo. Y es que los ojos son el reflejo del alma, y los de José Antonio Labordeta eran profundos y luminosos, eran los ojos de un hombre libre.
2 comentarios:
Gracias Helena¡. Por supuesto: Gracias Jose Antonio.
Yo llegué a sus canciones y a su espíritu de lucha por la Libertad a través de mi hermana y mi cuñado hace más de 30 años. Cuando años más tarde, de estudiante en Madrid lo escuché en la Plaza Mayor junto a otra mañica, mi sentimiento de ... ¡tantas cosas!... se me salía por los pies y por supuesto la boca. Un mes m´´as tarde de morirse mi cuñado, casualmente disfruté de un concierto de Labordeta en un pueblecito de Aragón y me reencontré con muchos sentimientos que siempre me vienen juntos al oir sus canciones. " A Jose Antonio Labordeta, a sus manos, a su voz, a su tiempo, y a tantos otros que nos han dado paso. En su ausencia los tenemos presentes".
Labordeta llegó por mi padre. Lo escuché junto con otros como Víctor Jara y años más tarde lo seguí en sus aparciones por televisión. Mi padre también lo siguió mucho más atento que yo, lo acompañó con la mochila, desde la distancia, y por eso fuimos hasta un pueblo llamado Macael, donde un escultor esculpía con los trozos de marmol que las canteras desechaba. Me emocioné cuando justo, el fin de semana anterior, mi mujer, nuestra hija y yo habíamos estado en la Aljafería y, días después, miles de aragoneses se despedían de él. Me hubiese gustado tener un abuelo así, con el empaque suficiente para decir desde una tribuna "... y ahora les fastidia que vengamos aquí las gentes que hemos estao torturaos por la dictadura a poder hablar. Eso es lo que les jode a ustedes. ¡Coño! Y es verdad, joder. A la mierda." Autentico Labordeta.
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